martes, 12 de octubre de 2010


Cuando era pequeño, un día, en la carretera, encontré los pedazos rotos de un espejo. Cogí el pedazo más grande. Empecé a saltar con él y me quedé fascinado, porque me di cuenta que podía reflejar la luz hacia lugares oscuros donde el sol nunca llegaba (agujeros hondos, grietas, madrigueras..).

Guardé el pequeño espejo.

Y, ahora que me he hecho casi un hombre, he conseguido entender que ésto no era solo una broma de niño, sino una metáfora de lo que yo puedo hacer con mi vida.

Soy un fragmento de un espejo cuyo proyecto entero no conozco.

Con el pedazo que yo soy, puedo reflejar luz — verdad, entendimiento, conocimiento — en los lugares oscuros de los corazones de los hombres. Y cambiar algunas cosas en algunos de ellos. Quizá otros me vean y hagan lo mismo que yo hago.

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